Palabras Que Hieren – Max Lucado

palabras que hieren

El Diálogo del Viernes

Por: Max Lucado

El diálogo en la mañana de ese viernes era amargo.

Voces del Espectáculo

De los espectadores:

  • ¡Si eres el hijo de Dios, bájate de la cruz!

De los líderes religiosos:

  • A otros salvó, pero a sí mismo no se puede salvar.

De los soldados:

  • Si tú eres el rey de los judíos, ¡sálvate a ti mismo!

Estas palabras eran amargas. Ácido con sarcasmo, odio e irreverencia.

Preguntas Retóricas

  • ¿No era suficiente que Él estaba siendo crucificado?
  • ¿No era suficiente que estaba siendo avergonzado como un criminal?
  • ¿No eran suficientes los clavos?
  • ¿Fue la corona de espinas demasiado suave?
  • ¿Habían sido muy pobres los azotes?

Para algunos, aparentemente sí.

Pedro, un escritor no dado normalmente a usar muchos verbos descriptivos, dice que quienes pasaban cerca insultaban al Cristo crucificado (1 Pedro 2:23). No solo insultaban; hablaban o blasfemaban con piedras verbales. Tenían la intención de herir y lastimar.

“¡Hemos quebrantado el cuerpo, ahora rompamos el espíritu!”.

Reflexiones sobre la Crueldad

De todas las escenas alrededor de la cruz, esta es la que más me enoja.

  • ¿Qué clase de personas, me pregunto, se burlaría de un hombre agonizante?
  • ¿Quién sería tan indolente como para poner sal en las heridas abiertas?
  • ¿Cuán bajo y pervertido es hablar con desprecio a uno que está atado con dolor?
  • ¿Quién se burlaría de una persona que está sentada en la silla eléctrica?
  • ¿O señalaría con el dedo y se reiría de un criminal que tiene la cuerda de la horca alrededor del cuello?

Puede estar seguro de que Satanás y sus demonios fueron la causa de tal inmundicia.

El Golpe del Criminal

Y luego el criminal en la cruz número dos lanza su golpe:

  • ¿No eres tú el Cristo? ¡Sálvate a ti mismo y a nosotros!

Las palabras lanzadas ese día tenían el propósito de herir. No hay nada más doloroso que las palabras que tienen ese propósito. Por eso, Santiago llama a la lengua un fuego. Sus llamas son tan malignas y destructoras que destrozan como las de una gran antorcha.

La Experiencia del Dolor

Pero no les estoy diciendo nada nuevo. Sin lugar a dudas, usted ha tenido que soportar palabras que hieren.

  • ¿Ha sentido alguna vez la tortura de un escarnecimiento bien apuntado?
  • Tal vez usted está sintiéndolo ahora.
  • Alguien que usted ama o respeta lo azota en el piso con un látigo o con el fuego de la lengua.

Y allí yace usted, herido y sangrando.

Tal vez las palabras fueron dirigidas para herirlo, tal vez no; pero eso no importa. La herida es profunda. Los daños son internos. Corazón quebrantado, orgullo herido, sentimientos lastimados.

O tal vez su herida es vieja. Aunque la flecha fue extraída hace mucho tiempo, la punta aún permanece… escondida debajo de su piel.

El viejo dolor aflora impredecible y decisivamente, recordándole las lacerantes palabras aún no perdonadas.

Esperanza en el Dolor

Si usted ha sufrido –o está sufriendo– debido a las palabras de alguien, estará contento de saber que hay un bálsamo para esta laceración.

Medite en las palabras de 1 Pedro 2:23:

“Quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente”.

¿Ve usted qué no hizo Jesús? Él no se desquitó. No devolvió la ofensa. No dijo:

  • “¡Ya verás!”
  • “¡Ven acá y di eso mismo en mi cara!”

No, estas declaraciones no se encontraron en los labios de Cristo.

La Práctica de Jesús

¿Vio lo que Jesús sí hizo? Él encomendó su causa al que juzga justamente. O dicho más simplemente, dejó el juicio a Dios.

  • Él no se hizo cargo de la tarea de buscar revancha.
  • No demandó explicaciones.
  • No pagó a ningún emisario ni envió a nadie con ninguna propuesta.

Al contrario de la reacción normal, asombrosamente, habló en defensa de ellos (Lucas 23:24).

Reflexiones sobre el Amor

Sí, el diálogo en esa mañana del viernes fue amargo.

Las piedras verbales fueron destinadas a atormentar y torturar. Cómo Jesús, con un cuerpo quebrantado por el dolor, los ojos cegados por su propia sangre, y los pulmones inflándose ansiosamente en busca de aire, pudo hablar a favor de malvados sin corazón es algo que va más allá de mi comprensión.

Nunca he visto tal amor.

Si alguna vez una persona mereció una buena oportunidad para la revancha, Jesús fue esa persona. Pero Él no la tomó. En vez de eso, murió por sus adversarios.

Conclusión

¿Cómo pudo hacerlo? Yo no sé. Pero sé que todas mis heridas parecen insignificantes. Mis rencores y duros sentimientos se vuelven repentinamente infantiles. Algunas veces me sorprendo al ver el amor de Cristo, no tanto por la gente que toleró, como por el dolor que soportó.

¡Maravillosa Gracia!

Este artículo ha sido tomado del libro: Lo mejor de Max Lucado – Editorial Unilit.

 


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